Cosas del franquismo

IDOLO
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Re: Cosas del franquismo

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Matías Matías


Los curas en su salsa con sus amigos los fascistas asesinando y robando a todos los demócratas que caían en sus manos (Matías Borrego)

El 16 de noviembre de 1936, bajo el pontificado del papa Ratti, alias Pío XI, hubo hombres, mujeres y niños muertos por las bombas de los fascistas, cuando bombardeaban a la población civil en Madrid, aunque no en el barrio de Salamanca, el de los ricos, durante el Golpe de Estado Fascista en España de 1936.

España fue el primer país en el mundo en el cual comenzaron las matanzas de civiles para desmoralizar a los combatientes. Los aviones que lanzaban las bombas eran alemanes e italianos. El Vaticano poseía acciones en las fábricas de armamento italianas, aparte de que el clero siempre alentó esta guerra como otras muchas más bien parecidas. En España le dieron el nombre de cruzada, y procuraron que los fascistas fueran financiados en el extranjero para hacerse con armas y poder asesinar a todos los demócratas que pudieran, como así procedieron.

España se convirtió en un gran auto de fe donde se torturaba, se asesinaba y se robaban los bienes de las víctimas, como en los tiempos de la Inquisición. Víctimas escogidas entre aquellos y aquellas que no pensasen como los curas y los fascistas, o que simplemente se les quisiera robar y se les tildase de rojos; la palabra favorita de estos curas y fascistas asesinos para definir a los demócratas españoles durante la Segunda República Española, habiendo también gente de derechas no fascista, que fue asesinada por esos fascistas de saber poco y asesinar sin más.

-LA BATALLA DE MADRID. JORGE M. REVERTE

Y para recordar que la crueldad de los curas es diacrónica a la canallada de los bombardeos sobre la población civil durante el Golpe de Estado Fascista en España de 1936, añadimos otras dos efemérides acaecidas el 16 de noviembre.
El 16 de noviembre de 1491, bajo el pontificado del papa Gianbattista Cybo, alias Inocencio VIII, en Ávila, varios judíos fueron torturados, después quemados y algunos de ellos sufrieron esta canallada vivos. A partir de esta historia de una quema de judíos, se creó el mito del Niño de la Guardia. Patraña muy canalla que comenzó a aparecer de modo parecido en distintos lugares, reinos y repúblicas, costando la tortura y muerte a más judíos. La inició el vicario Pedro de Villanda, que pretendía llegar a victimario inquisitorial y no desaprovechó la ocasión a costa de los desgraciados judíos. Él comenzó el proceso contra Benito García, el protagonista, al que después de propinarle doscientos latigazos, lo llevaron al potro, le alargaron el cuerpo varios centímetros y le rompieron los huesos y los tendones. Después le aplicaron la toca. Este ingenio cristiano consistía en introducirle a la víctima agua mediante un paño directamente por la garganta, produciendo una sensación de ahogo intensa y constante, para después aplicar la segunda parte, basada en presionar el estómago hinchado de la víctima, para que sufriera horribles dolores. Un anticipo de los curas del infierno, para que nadie dude de que existe, pero en la tierra. Al fin confesó Benito García, porque no le quedaba otra, y dijo que había matado a un niño cristiano crucificándole para reírse del Jesucristo y de su crucifixión.

También el vicario Pedro de Villanda les infringió el mismo trato cruel y sádico a otros judíos, a los cuales se torturó también con frecuencia, hasta que conseguían los desgraciados adivinar las palabras que los Inquisidores querían oír para declararlos culpables de lo inventado por la Internacional Negra. Tres acusados murieron por estos malos tratos de demostrar un anticipo del infierno, otros consiguieron huir, pero los quemaron en efigie y les robaron sus bienes. A unos cuantos que se arrepintieron les dieron garrote vil y los quemaron. Al resto los quemaron vivos, pero antes a Yucé Franco, un joven de veintiún años, y a su padre les aplicaron tenazas ardientes y mutilaron sus cuerpos.

Esta terrible historia del judío que mata a un niño cristiano vino muy bien para esparramar el odio antijudío, cuando los Reyes Católicos estaban metiendo en cintura a los nobles, muchos de ellos amigos de los judíos, a la vez que los bienes robados a estos judíos se los repartían entre los nobles, reyes y curas. La calumnia asesina del judío que mata a un niño cristiano también se usaba en Europa con intenciones parecidas contra el pueblo maldito de parte del Dios de los Estados Pontificios. Odian los curas y asesinan y si asco nos dan, dicen que los odiamos.

-LOS PERROS DE DIOS. JAMES RESTON

Vista la mala baba de los curas del antaño, veámoslos ahora en el hogaño. El Golpe de Estado Fascista en España de 1936 sigue teniendo repercusiones en el presente y otros curas de ahora o de hace bien poco han apoyado los golpes de estado de Chile, Argentina y la matanza de mayas en Guatemala, la lucha inhumana contra la guerrilla en El Salvador, la que le costó la vida al arzobispo Óscar Romero por defender a los pobres de ser asesinados por los Escuadrones de la Muerte y tener estos la licencia tácita del Vaticano para tales asesinatos como ya comento en otro artículo.

Los curas aparte de poseer acciones en las fábricas de armamento italianas, apoyaron sin reservas en su mayoría las matanzas perpetradas por los fascistas de Franco, tras el golpe de estado que éste criminal dirigió, y silenciaron estas matanzas, dando todo el pábulo posible a la violencia en la zona republicana ocasionada por el odio que generó el golpe de estado criminal de exterminio a la democracia española. Con esto no quiero decir que haya que matar a fascistas desarmados, contando además que hubo víctimas sin motivos políticos debido a las turbulencias que causó esta guerra civil. No olvidemos nunca que el golpe de estado lo dieron los fascistas y que todas las víctimas que ocasionaron incontrolados republicanos seguirían vivas si no hubiera habido el golpe de estado fascista criminal.

El gobierno republicano nunca autorizó las muertes extrajudiciales, muy al contrario que los fascistas que, desde el comienzo de su criminal asonada, se liaron a asesinar a todos aquellos que llamaban rojos, por muy diversos motivos políticos, aunque estos que tildaban de rojos fueran de derechas y sacerdotes. El verdadero motivo del asesinato era robar para los fascistas y del todo para mí nada para los demás de los capitalistas españoles como Juan March, el principal financiador de Franco. El trámite era liquidar a las víctimas y robarles los bienes, con la seguridad de que, bien asesinada la desgraciada víctima, no iba a reclamar después lo que le habían robado.

Los ensotanados forjaron una idea católica frente al laicismo, lo moderno y lo extranjero, para que sus amigos fascistas asesinaran a esos rojos que no eran todos comunistas, como andaban soltando para carcomer las entendederas ajenas, ni mucho menos. Los comunistas eran una minoría en todo el conglomerado de anarquistas, socialistas, republicanos, y otros partidos de derechas, a cuyos militantes Franco también los asesinaba por no ser fascistas, como fue la situación del Partido Nacionalista Vasco, entre otros.

Tras la derrota de las otras potencias fascistas: Italia y Alemania, los curas como sus fascistas vencedores en España amenazaban con otra guerra, si en nuestra nación intervenían otros países para derrocar al fascismo. Así lo afirmaba el obispo entonces primado de España Pla y Deniel: “Que la hora de la paz mundial sea también la hora de la consolidación de la paz interna de España. La pasada guerra civil a la persecución religiosa. No se quiera por nadie una innecesaria revisión, que pudiera llevarnos a una nueva guerra civil”.

Ahora estas palabras del obispo de Barcelona Manuel Irureta, dirigidas a los fascistas el 16 de abril de 1936: “Sois ministros de un Rey que no puede ser destronado, que no subió al trono por votos de los hombres, sino por derecho propio, por título de herencia y de conquista”. Sólo le faltó añadir que el rey por derecho propio al trono era Franco. El fascista criminal y saqueador de Franco, que el ensotanado éste quería camuflar de buen chico mediante el Dios del Vaticano.

Este obispo era bastante integrista y asesino él. Todo un ditirambo son esas palabras para aquellos que causaron la ruina del país, cientos de miles de muertos, miles de exiliados, miles de personas que murieron de enfermedades, miles de personas que murieron de hambre, miles de capturados en las cárceles fascistas y miles de esclavos que trabajaron para las empresas y conventos que a los fascistas se les antojaba.

Otra sabandija de cura fue Miguel de los Santos y Gomara, obispo de Cartagena, que les soltó a sus fieles: “Benditos sean los cañones si en las brechas que abren florece el Evangelio”. Y hubo muchos más clérigos fascistas que soltaban prendas parecidas.

Isidro Gomá, cardenal primado de España, acuñó nuevas sofisticaciones para justificar los crímenes fascistas y propios. Para esta basura, el golpe de estado era como un plebiscito armado y la Iglesia por su espíritu de paz, según esta rata ensotanada llena de hipocresía y mentiras, no había querido tal plebiscito armado que se convirtió en una guerra. Pero continúa este ensotanado farisaico, con que a la Iglesia no le quedó más remedio que apuntarse al carro de los asesinos, porque según él y otros travestidos la Iglesia podía desaparecer y como apunta muy bien Julián Casanova en su libro La Iglesia de Franco: “Tomó la Iglesia partido en aquel plebiscito armado, con toda una definición del asunto, ella, que tan poco aprecio sentía por los plebiscitos normales, esos que funcionaban con votos.”

Esas declaraciones de Gomá, uno de los clérigos más canallas y que más ayudó a los sublevados fascistas sicarios de la canalla capitalista, para que asesinasen a todos los demócratas que fuera posible, fueron realizadas cuando se presentó a la comunidad católica internacional, el 12 de diciembre de 1937, La carta colectiva del episcopado español a los obispos del mundo entero; para conseguir que el golpe de estado fascista contra los demócratas se viera en el mundo como una liberación de los rojos, que pretendían llevar a España a la ruina y no como una sublevación fascista y curil, para exterminar a los demócratas que pretendían una España con una reforma agraria, una reforma de la enseñanza y eliminar los salarios de hambre.

El capitalismo y sus sicarios, los curas y militares fascistas, se excusaban con que España necesitaba ser liberada de los rojos, con bendiciones de la Iglesia, armas y dineros, dirigidos todos hacia la masacre y genocidio que se llevó a cabo.
En 1938, otro asesino, el cura Castro Albarrán, iluminado por el Dios del Vaticano, edita un libro: Guerra santa. El sentido católico del movimiento nacional español, para justificar desde otro punto de vista los crímenes y robos de los fascistas a los demócratas. El prólogo de esa colección de basura lo firmó el 12 de diciembre de 1937 el cardenal Isidro Gomá, quien le decía a su secuaz, al criminal, hipócrita y tartufo autor del libro, que no se preocupara por el amargor que a la Iglesia le había producido el llamamiento a la rebeldía, porque el buen pueblo español, “sin disquisiciones previas de derecho público o de ética social”, ya se había preocupado, “con un puñado de bravos militares”, de que saltara el golpe fascista “con el argumento inapelable de las armas”.

Las dos ciudades es otro libro basura, esta vez del cardenal Pla y Deniel, para justificar también la masacre sobre el pueblo español: a personas de izquierdas, personas de derechas y civiles en los bombardeos. El 30 de septiembre de 1936, este travestido tartufo le contaba a Franco que la guerra española era como el combate entre “Dos concepciones de la vida, dos sentimientos, dos fuerzas que están aprestadas par una lucha universal en todos los pueblos de la tierra”: de un lado, “la ciudad celeste de los hijos de Dios”. No era, por lo tanto, un golpe de estado fascista, sino una “cruzada por la religión, por la patria y por la civilización”. Al otro lado, en la lógica de esta porquería de ser humano, estaban los sin Dios, los sin el Dios del Vaticano quería decir; pues lo que tenían otro Dios diferente también podían acabar mal, como le ocurrió al pastor protestante que fue fusilado: Salvador Íñiguez Martelo. Predicaba la igualdad cristiana y lo asesinaron.
Muchos curas, durante el Golpe Fascista, señalaban a quienes debían asesinar los fascistas, según la autora Nieves Concostrina. Y este tipo de curas mayoritarios en la nación española, una vez finalizada la guerra, seguirían en su decirles a los fascistas a quiénes debían asesinar, mediante su decir de quién era apto o no apto para vivir o no en la España nacional, o sea si la persona a la que se le asignaban tales epítetos merecía o no que lo fusilaran los fascistas, los sicarios de los capitalistas. Hubo un cura que se ahorraba el eufemismo y en vez de no apto, escribía “fusilable” en esos informes que significaban la muerte, para el que no pasaba la mirada, sádica e hipócrita del cura. Miradas para nada profundas de los curas, que a la mínima escribían “no apto” o “fusilable” como éste otro cura.

Franco en periodo de paz, treinta y siete años, firmó unos cuarenta mil asesinatos. Tocaba como tres asesinatos diarios. Esto según los diarios el País y el Plural.

Estos dos, Gomá por un lado y Pla y Deniel por otro, definían la tragedia, que supuso el Golpe Fascista, como santa y justa, en sus predicaciones y boletines eclesiásticos, gracias al viejo espíritu de cruzada en pro de la religión católica con sus dineros, propiedades y poder. Además, no les eran necesarias fantasías para explicarla. Soltaban que no era una contienda de carácter político, como tampoco nada material. Gomá, acompañando a esto, especialmente afirmaba: “No creo que haya una docena de hombres que hayan tomados las armas para defender sus haciendas”. “Negamos en redondo que ésta sea una guerra de clases. Y tampoco una guerra contra el proletariado, corrompido, en parte por las predicaciones marxistas”. Pero Gomá tenía razón en un detalle: quienes se sublevaron, para asesinar a los demócratas republicanos, no lo hicieron por defender sus haciendas, que no corrían peligro de ser expropiadas. Asesinaban los fascistas para evitar, como ya he dicho, la tímida reforma agraria que pretendía llevar adelante la República, evitar la reforma de la enseñanza, que ya había creado muchas escuelas, y evitar que se quitasen los salarios de hambre; todo para construir una España grande y libre en la paz de los cementerios, en pro de los negocios de unos cuantos capitalistas que les pagan a sus sicarios ensotanados y a sus sicarios del Cara al sol.

El activo Gomá, el retrógrado, reaccionario y criminal Gomá que despedía olor a muerte de su negra sotana, hacía esta reflexión sobre La carta colectiva del episcopado español a los obispos del mundo entero: “Debemos felicitarnos de haber contribuido con dicho Documento a disipar los equívocos y poner en buena luz los hechos e ideas que con la guerra actual se ventilan en España”. Semejante afirmación significaba, repito, los beneficios de unos pocos, el exterminio de cientos de miles de personas no fascistas, la ruina del país, el exilio de miles de españoles, la saturación de las cárceles de Franco con capturados republicanos y la aportación de trabajadores esclavos para las empresas de los capitalistas españoles y los negocios de los curas. Y esa congratulación se la hace llegar Gomá al cardenal Pacelli el 12 de octubre de 1937, quien luego sería papa con el alias de Pío XII, el que ayudó a Hitler, y nunca me cansaré de repetir tal ayuda en lo sucesivo, a llegar al poder y a matar a seis millones de judíos, el que felicitará a Franco, por la victoria en la guerra asesina que provocó, con estas palabras: “Con gran júbilo me dirijo a ustedes, los hijos más queridos de la España Católica, para expresar nuestras felicitaciones paternales por el regalo de la paz y la victoria con la cual Dios ha elegido coronar al heroísmo cristiano de vuestra fe. Nosotros le damos, a nuestros queridos hijos de la España Católica, nuestra bendición apostólica”.

También esta rata de Pacelli, para mis comprobaciones, el papa más repugnante de la despiadada historia de la Iglesia se alegra del desastre que supuso para España la sublevación fascista: “España acaba de dar a los profetas del ateísmo materialista de nuestro siglo la prueba más excelsa de que por encima de todo están los valores de la religión y del espíritu”.

La prueba de la que habla Pacelli con esa sensibilidad que caracteriza a los servidores del Quinto jinete del Apocalipsis, el clero, consistió, como ya he apuntado y repito para que quede pegada en la asquerosa jeta del papa de Hitler, en el exterminio de cientos de miles de españoles no fascistas; como previamente se había exterminado a muchos marroquíes mal armados, en las aventuras coloniales de un ejército español decadente, torpe e incapaz de enfrentarse cara a cara con cualquier ejército del club de las potencias europeas; de donde los capitalistas de esas potencias a España ya la habían arrojado hacía tiempo; queriendo los capitalistas que actuaban en España, para recuperar ranking, explotar más y más a los más débiles, con ayuda de la Internacional Negra y los criminales fascistas.

El capitalismo siempre es el mayor criminal y sus bandas provocan guerras por sus intereses, por los cuales millones de seres humanos mueren. El mayor criminal tratado con retahílas de eufemismos, cada cual más hipócrita de la sangre a derramar, como un sacrificio para sus santos y exterminadores lucros o beneficios. Los capitalistas perdedores son los que se montan el nazismo y el fascismo, aprendiendo de los exterminios coloniales, como el del rey belga Leopoldo II en el Congo, y como el de Gran Bretaña en la India.

El obispo Anselmo Polanco, el 10 de agosto de 1937, dio instrucciones al personal curil de su diócesis, para que, cuando los fascistas asesinasen a alguien, siempre y cuando esto fuera conocido, en el acta de defunción, figurara “fusilado”, pero si no se sabían las muertes de los desgraciados que asesinaban los fascistas se debía mantener el silencio. Si las muertes eran causadas por los republicanos se debía constatar “asesinado”.

En pocas ocasiones las muertes a cuenta de los fascistas, sobre todo las muertes causadas por los falangistas, eran conocidas y aparecían en las actas de defunción expresiones tales como “accidente relacionado con la guerra”, “hemorragia interna”, “herida por arma de fuego”. En 1940 a los que torturaban y mataban mediante el garrote vil en Teruel se les inscribía en el registro como causa de muerte “asfixia por suspensión”

-LA IGLESIA DE FRANCO. JULIÁN CASANOVA

Ahora vamos a esbozar otro aspecto del Golpe de Estado Fascista en España de 1936, más asqueroso y desagradable que acompañaba a la muerte de los republicanos. Esta información se basa en la aportación de un clérigo, un fraile capuchino que no estaba por asesinar a los demócratas. A esta persona no le gustaban los asesinatos y denunció los crímenes fascistas. Se llamaba Martín Zubeldía Inda, conocido como Gumersindo de Estella. Estuvo tres años asistiendo espiritualmente –uso esta palabra por tratarse de una persona a la que respeto- a los condenados a muerte por el franquismo mediante suma justicia criminal y, en varios de sus libros, describe las penalidades de estos condenados. Una fuente importante para conocer esta época. Nuestro fraile capuchino defendía la dignidad humana con estas palabras: “Una dignidad humana que se funda en la común filiación divina. Todos somos hijos de Dios”

Sus memorias fueron escritas en 1945 y publicadas en 2003 como Fusilados en Zaragoza, 1936-1939. Tres años de asistencia espiritual a los reos. Gumersindo pudo conversar más de una vez con los que iban a ser asesinados, y más de uno le contó que lo denunció alguien que le quería quitar sus posesiones o propiedades, o que lo habían denunciado por rencillas o envidias. Con este terror de muerte, que se extendió por toda España, el fascismo ocultaba lo indeclarable de que lo que en realidad se pretendía: robar a las víctimas, ya que en muchas ocasiones no había motivos políticos para asesinarlas según los parámetros fascistas, suponiendo que por motivos políticos esté justificado matar a alguien, que para nada es justificable. El expolio manda en los fascistas. También Gumersindo de Estella nos cuenta que, en no pocas ocasiones, los desgraciados a partir a la muerte en breve le decían que habían sido denunciados por un sacerdote. Y esto lo consideraba este religioso como algo perjudicial para la Iglesia.

El clero en más de una ocasión pedía dinero o bienes a alguien en la postguerra –esto ya no lo cuenta Gumersindo- y, ante el temor cierto de que un cura les dijera a los fascistas, del que pretendía sablear, que era un rojo, éste le daba lo que pedía o una parte de lo exigido por la extorsión de la Peste Ensotanada.

Y bien, esta es una breve exposición de la responsabilidad de los curas en los bombardeos fascistas, como también otra breve exposición de cómo eran y son esos travestidos que usan tal disfraz y otras hipocresías de palabras y escritos sagrados, repugnantes, divinos y criminales para disimular lo que son: individuos desnaturalizados que van a su negocio de atesorar dineros, propiedades y poder, usando el crimen cuando puedan y les venga bien para sus menesteres siniestros.

¿No creéis que se parecen los autos de fe de la Inquisición a la masacre fascista esbozada en este capítulo, que tan cachondos puso a los curas? Bueno, seguir contando hazañas de la Internacional Negra sería una historia del horror interminable. Hay que leer y leer sobre la gentuza que tanto se preocupa de ocultar lo que son y que se preocupan de la moral, sólo cuando son puestos en evidencia. Son los curas tartufos, acompañados de los saqueadores capitalistas y de los criminales fascistas.
IDOLO
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