Por favor, no me invites a tu boda: cuando celebrar el amor supone un agujero en tu cuenta
Puede que un día llegues de trabajar a casa y en el buzón encuentres un nuevo tipo de correo no deseado entre las facturas de la luz y el agua; la invitación a una boda
Acudir a una boda parece una cuestión ineludible, cualquier excusa puede resultar superficial comparada con la ilusión que los novios han puesto en la organización del evento del que quieren que tú también seas partícipe. Es así como una boda pasa a convertirse en una fecha a destacar en tu calendario. Desplazamientos, regalo, vestidos, trajes... y en los últimos años, también despedidas de solteros, prebodas y demás microeventos en torno al gran día, pueden suponer un desembolso que acabe condicionando la economía personal de todo un año.
A menudo se da por supuesto que toda persona con cierta edad invitada a un evento podrá asistir a él, y que cualquier esfuerzo económico podrá ser asumido, pero esto no siempre tiene por qué ser así. La precariedad laboral y económica en torno a la que giran nuestras vidas hace que tengamos que decidir qué es asumible o no para nuestros bolsillos. Es así como asistir a una boda se convierte en algo prescindible.
Según el Centro de Información Estadística ante Notario, los matrimonios realizados de esta forma aumentaron un 16,3% en 2023, lo que supone 22.632 bodas más. Esto incrementa la posibilidad de acudir a una, aunque ahora las bodas se alejan mucho de la idea tradicional que se tiene de ellas. “Las bodas hoy en día son caras porque incluyen muchos extras. Antes se centraban en ir a un sitio a comer y beber. Ahora las bodas son casi festivales”, señala Paloma Lejárraga, experta en protocolo y wedding planner. “Se han convertido en una búsqueda constante de sensaciones para los invitados”, añade.
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