¿Tiene futuro la monarquía española?

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Marta
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Re: ¿Tiene futuro la monarquía española?

Mensaje por Marta »

¿Futuro? Diría que no, y en todo caso, no debería tenerlo. Las monarquías son cosa del pasado, y en las actuales sociedades, resultan algo completamente anacrónico. Respecto a España, repasando la historia de los borbones, ha sido de todo menos buena, bonita y barata. Personalmente, no me siento súbdita de nadie ni representada por unas personas que viven rodeadas de privilegios y cuyas funciones bien puede cumplir un presidente de República.

A todo esto, si los ciudadanos no podemos decidir qué modelo de Estado queremos, me pregunto en qué tipo de democracia estamos, porque la monarquía española fue impuesta por Franco, por tanto, carece de legitimidad. Y desde entonces hasta ahora. Los españoles de 2024 no somos los de 1975, que por miedo, desconocimiento e incertidumbre aceptaban lo que les ofreciesen.
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Cocoliso
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Re: ¿Tiene futuro la monarquía española?

Mensaje por Cocoliso »

Ni idea de si tiene futuro pero hace ya mucho que pienso en qué utilidad tiene para la gente de a pie. En la práctica, en el día a día, ¿en qué nos beneficia?
IDOLO
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Re: ¿Tiene futuro la monarquía española?

Mensaje por IDOLO »

HISTORIA DE LA MONARQUÍA BORBONICA

Afinando relatos

Los tejemanejes del emérito se minimizan al objeto de salvar el prestigio de su figura y de la institución que encarna. Se ha hecho todo lo posible y más por taparlos, y después por que pasaran desapercibidos en la barahúnda de las noticias diarias.

El discurso mediático manifiesta una prodigiosa habilidad para travestir a los malos en buenos, para mutar lo coyuntural en estructural o lo contingente en necesario. El mundo al revés. Otra de sus virtudes es afinar relatos con mayor fortuna que la fiscalía, de modo que cualquier mancha que pudiera afear su aura ejemplar sea vigorosamente eliminada.

Carlos III pasa por ser el prototipo de rey ilustrado a la española, el mejor alcalde de Madrid y otras mil maravillas que lo presentan como el monarca borbónico modelo –empresa no muy difícil, dada la discutible estatura de la competencia–. Felipe V, el fundador de la dinastía, es unánimemente denostado en varias regiones, en particular Cataluña y Valencia, a raíz del comportamiento de sus tropas en la guerra de Sucesión y la introducción de un rígido centralismo en un país hasta entonces territorialmente plural.

En 1763, tras la guerra de los siete años, el gabinete de Carlos III decide, con plena aquiescencia del soberano, impulsar la esclavitud en el seno del Imperio

Carlos IV, apodado El cazador –¿por qué será?– carecía de carácter. Dejó hacer y deshacer a su antojo a su valido, el exguardia de corps Manuel Godoy. Entre las hazañas bélicas de este personaje, cabe señalar la ridícula Guerra de las Naranjas con Portugal y la puesta al servicio de Napoleón de la marina española tras el convenio de Aranjuez en 1801. Consecuencia de ello fue, cuatro años más tarde, el desastre de Trafalgar, donde Nelson y Collingwood hicieron añicos a la flota franco española.

Fernando VII saltaba alegremente del constitucionalismo al absolutismo según por dónde soplaba el viento. No dudó en venderse a Napoleón. Recordemos su infame misiva:

«Mi mayor deseo es ser hijo adoptivo de S. M. el Emperador, nuestro soberano […] tanto por amor y afecto a la sagrada persona de S. M. como por mi sumisión y entera adherencia a sus intereses y deseos».

Esta muestra de abyección, de la que el corso no hizo el menor caso, fue firmada por un hombre para restituir al cual en el trono muchos españoles dieron su vida. Este sujeto ha pasado a la historia con el título de El deseado, a pesar de su escaso parecido con Rodolfo Valentino. También es verdad que se le adjudicó otro nombre más acorde con la realidad, aunque menos recordado por los libros: el rey felón.

Mediante un módico estipendio, los hijos de familias acomodadas se libraban de ser llamados a filas. El honor de la patria y la manifestación de la reputada bravura española se dejaban caritativamente al cuidado de los pobres

A Isabel II, antes entregada a dar lustre y esplendor a su fama de reina castiza que a los asuntos de un país a la deriva, la manipulaban a capricho sus ministros y la camarilla palaciega. Entre sus consejeros áulicos destacaba el sector religioso, encabezado por el reaccionario padre Claret. El séquito real se convirtió en una corte de los milagros donde señoreaba la estrambótica figura de Sor Patrocinio, la monja de las llagas, presunta visionaria mística.

Alfonso XIII practicó a lo largo de su reinado toda suerte de injerencias políticas reñidas con el estatus de monarca constitucional, siempre al servicio de las fuerzas más oscuras y retrógradas. Su labor culminó con el apoyo a la dictadura de Primo de Rivera, espadón zafio, grosero e inculto que se tenía a sí mismo por el hombre providencial que sacaría a España del pozo. Su obsesión africanista fue abundantemente regada con la sangre del pueblo. Tan solo en el verano de 1921, unos diez mil soldados de recluta obligatoria cayeron en la delirante empresa colonial del Rif.

Mediante un módico estipendio, los hijos de familias acomodadas se libraban de ser llamados a filas. El honor de la patria y la manifestación de la reputada bravura española se dejaban caritativamente al cuidado de los pobres. Esta injusticia flagrante ya había provocado en 1909 la Semana Trágica de Barcelona, al ser enrolados para la descabellada aventura marroquí los reservistas, que en su mayoría eran padres de familia de las clases obreras y campesinas.

Y aquí topamos con la palpitante actualidad. Va siendo difícil ocultar los chanchullos económicos que esmaltaron el reinado del anterior monarca

No entraremos en las lamentables historias de cama pegadas cual lapas a la dinastía. En este maremágnum de despropósitos, no es difícil que un personaje normal brille con luz propia. «En el país de los ciegos el tuerto es el rey», proclama la sabiduría popular. Pero no es oro todo lo que reluce. En 1763, tras la guerra de los siete años, el gabinete de Carlos III decide, con plena aquiescencia del soberano, impulsar la esclavitud en el seno del Imperio. Se fomentaron las plantaciones azucareras en las islas españolas del Caribe, imitando las de franceses y británicos. Se auspició la formación de compañías nacionales dedicadas a la trata y se redujeron los aranceles que grababan tan abyecto tráfico, hasta llegar al libre comercio de esclavos en 1789.


Juan Carlos I, ¿dónde están los 2.000 millones de euros?
El rey pasó a ser el mayor propietario de esclavos de toda la monarquía hispánica. En total se trataba de unas 20.000 almas, de las cuales la mitad se asentaba en Cuba, trabajando en la construcción o en la mina de cobre de Santiago. En haciendas azucareras y ganaderas distribuidas por Colombia, Perú, Ecuador y Chile, disponía de otras 8500. Y en la península, 1500 más estaban asignadas a la realización de obras públicas en las cercanías de la villa y corte, o destinadas en los arsenales de la armada en Cartagena (J. M. López García: La esclavitud a finales del Antiguo Régimen. Madrid 1701-1837).

Los millones bien documentados que han ido saltando de la Meca a la ceca sin que la hacienda española haya podido olerlos son la punta del iceberg

Claro que no solo el rey poseía esclavos. En la década de 1760 había en Madrid unos 6000, alrededor del 4 % de la población. La variedad multiétnica no parecía molestar a los cayetanos de la época, al contrario de lo que les ocurre a sus descendientes con los inmigrantes. Y es que la mayoría de ellos estaban al servicio de realeza, aristocracia, alto clero y demás ralea.

Podemos buscar estos datos en libros de texto o en publicaciones serias, pero sería perder un tiempo precioso, ya que no los encontraremos. La labor de ciertos divulgadores consiste en borrar toda mancha que pueda afear el impoluto transcurrir de las historias nacionales y el brillo inmaculado de sus grandes protagonistas.

Y aquí topamos con la palpitante actualidad. Va siendo difícil ocultar los chanchullos económicos que esmaltaron el reinado del anterior monarca. Los millones bien documentados que han ido saltando de la Meca a la ceca sin que la hacienda española haya podido olerlos son la punta del iceberg. Quisieron convencernos de que se trataba de un inocente regalo debido a las generosas costumbres de la monarquía saudita, cuando su coincidencia con el sustancioso contrato del AVE a la Meca hacia el olor a comisión muy penetrante. Y parece que no es un caso único.

En el colmo de la desfachatez, se alega que sus servicios al país y a la democracia, por otra parte cuestionables, deben prevalecer sobre los indicios que recaen sobre él

Cicerón escribió en De officiis, en referencia a sobornos y corrupciones, que «quien acepta dinero se degrada y además va a querer cada vez más y más». Algunos dirán que el senador romano era rico por su casa, por lo que las propinas no entraban en sus cálculos. De acuerdo, pero los responsables políticos y administrativos que caen en la ciénaga de la venalidad no son precisamente pobres de pedir.

Los tejemanejes del emérito se minimizan al objeto de salvar el prestigio de su figura y de la institución que encarna. Se ha hecho todo lo posible y más por taparlos, y después por que pasaran desapercibidos en la barahúnda de las noticias diarias. En el colmo de la desfachatez, se alega que sus servicios al país y a la democracia, por otra parte cuestionables, deben prevalecer sobre los indicios que recaen sobre él. Tendrían que quedar absueltos como si fueran pecadillos veniales, en atención a las buenas obras pretéritas. Con el mismo razonamiento, un asesino en serie podría pedir el indulto porque una vez ayudó a un ciego a cruzar la calle.

Rizando el rizo, un manifiesto firmado por decenas de ministros y altos cargos de UCD, PSOE y PP vino a exigir que nos olvidemos de sus fechorías en homenaje a sus históricos actos al servicio de España. Poco menos que el texto tacha de ingratos y rencorosos a quienes no quieren hacer la vista gorda. Por cierto, es muy curioso el empeño de la más cerril derecha política y mediática en resaltar los testimonios de personajes del Partido Socialista que, durante años, fueron blanco de sus insultos y su cólera. Esa postura recuerda unas frases del ilustre jurista y teórico del siglo XVI Jean Bodin en su Demonomanía de las brujas. En uno de sus arrebatos misóginos, sostiene que las mujeres son menos fiables que los hombres, pero que en investigaciones sobre brujas también hay que escuchar a «las personas infames de hecho y de derecho como testigos».

https://www.nuevatribuna.es/articulo/so ... 33904.html
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Marta
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Re: ¿Tiene futuro la monarquía española?

Mensaje por Marta »

¿Tiene futuro España con monarquía?
IDOLO
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Re: ¿Tiene futuro la monarquía española?

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