Una década después de que el Ejército egipcio tomara el poder en un golpe de Estado, los militares han expandido su dominio en la economía del país árabe, que ha acumulado una gran deuda pública e, incluso, se plantea declararse en bancarrota

En julio de 2013 el mariscal Abdelfattah Al Sisi dio un golpe de Estado no sangriento, apartando de la presidencia a los Hermanos Musulmanes y restableciendo el control de los militares sobre todas las instituciones de Egipto, poniendo así fin a la primera experiencia democrática tras la revuelta popular de 2011.
Desde entonces, la participación de los generales en la economía del país ha aumentado considerablemente, hasta convertirse en los principales contratistas del Estado egipcio, ejecutando grandes obras civiles, desde carreteras a puertos marítimos, hospitales y centros de atención primaria, hasta en una veintena de nuevas ciudades que han ido surgiendo en los pasados años en medio del desierto, incluida la Nueva Capital Administrativa (el Ministerio de Defensa posee el 51% de la empresa que desarrolla el faraónico proyecto).
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