VIVOS DE MILAGRO
Podemos, Sumar, el PSOE y otros crímenes de lesa izquierda
Todo estaba atado y bien atado hasta que llegó el 15M y luego el “sí se puede”. Los morados han sufrido durante 9 años los ataques más innobles del bipartidismo corrupto. Ahora, toca dejar de llorar y volver a empezar
Miguel Mora 22/11/2023
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Pablo Iglesias se equivocó muchas veces. Él mismo lo reconoce, así que casi sobra decirlo. ¿Pero quién podía imaginar que Yolanda Díaz, la persona a la que hizo vicepresidenta del Gobierno y a la que nombró a dedo para liderar Unidas Podemos, iba a terminar cavando la tumba de Podemos? Díaz nunca quiso ser coordinadora de nada, y de hecho nunca ejerció como tal, salvo cuando impuso a una candidata anónima en Andalucía. Dejó pudrirse su relación con Iglesias, con Ione Belarra, con Irene Montero, y se fue acercando cada vez más a Pedro Sánchez y a Mónica García. Biquiño a biquiño, decidieron destruir al partido que había conseguido armar la moción de censura y luego el Gobierno de coalición. Aunque eso supusiera incluso arriesgarse a perder el poder.
Aprovechando la infame campaña de La Sexta y Ok Diario contra la ley del solo sí es sí, basada en sentencias no firmes y en contadores de agresores supuestamente beneficiados por la ley Montero, Sánchez dejó sola a la ministra de Igualdad votando con el PP, y Díaz negó su apoyo a Unidas Podemos antes de la fiesta inaugural de Sumar para no presentarse luego a las elecciones autonómicas y municipales de mayo del 23. Podemos no acudió al Magariños, y la derrota de las izquierdas rotas obligó a los morados a hacer un ERE para no quebrar. Cautivo y desarmado, Podemos aceptó una oferta sadomaso para las generales, incluido el veto a Montero, sabiendo que romper equivaldría a entregar el gobierno a la extrema derecha. Logró cinco diputados, que apoyaron la investidura de Sánchez para quedarse después sin un solo ministro.
El regreso de Podemos a los márgenes de la política institucional es en realidad una buena noticia
La izquierda cuqui, la que se lleva bien con Amancio Ortega, Florentino Pérez y Juan Roig, la que cobra el bono térmico para familias vulnerables, la que teoriza sobre las encíclicas del papa Francisco, es ahora la muleta amable que sostiene el Gobierno PSOE-Sumar, valga la redundancia –como dice El Mundo Today–. Y mientras tanto, asoma en el horizonte la pinza de Podemos con Bildu y Esquerra, que sumaría 19 escaños, y se perfila ya como la “oposición de izquierdas” que apretará desde fuera al Gobierno de los amigos incómodos de Pedro.
El regreso de Podemos a los márgenes de la política institucional es en realidad una buena noticia –los sapos prometen ser esta vez tamaño XL– y una vuelta al punto de partida, a las europeas de 2014, fecha en la que el sistema setentayochista lanzó la doble cacería contra los enemigos de España y de la monarquía: los nacionalistas catalanes y El Coletas y los suyos. Han sido nueve años y miles de portadas llenas de bulos policiales, mentiras a sabiendas y falsas acusaciones judiciales. Se llama lawfare, sí. Y hoy sabemos que las cloacas han triunfado gracias a una heterogénea agrupación de malhechores. Villarejo, Inda, Ferreras, Dolores Delgado, Aznar, Felipe y sus medios afines prepararon el terreno para desacreditar a Podemos. Y, por duro que suene, Sánchez y Díaz se han encargado de intentar darles el golpe de gracia.
Recordemos que en esa guerra sucia el PP nunca estuvo solo. Los medios afines al PSOE no denunciaron las falsedades aventadas por los tabloides y chiringuitos de las cloacas, que luego amplificaban los platós “del Estado profundo” (RTVE, Mediaset, Grupo Planeta). El pánico del bipartidismo, autolesionado por el austericidio, y del IBEX al 15M y a Podemos era colectivo y contagioso. Y la prensa progresista, siempre bien engrasada por la gran empresa y su furor monárquico, jugó un papel fundamental en dar un barniz de credibilidad a los infundios fabricados por los sicarios de Villarejo. Sí, tal vez fueron más cuidadosos al difundir las patrañas, pero muy pocos osaron denunciarlas, y menos aún renunciaron a cobrar los sueldos / mordaza de Ferreras.
Las cloacas han vencido, pero ha sido una victoria pírrica. Irónicamente, las urnas han obligado al PSOE a ir más lejos de lo que Sánchez nunca quiso ir en Catalunya, y ahí está Puigdemont a prisión reconvertido en salvador de la investidura más plural y contestada de la historia y freno a la extrema derecha neofranquista. Podemos, por su parte, ha quedado muy herido, pero es obvio que aún no está difunto porque todo el arco de sus enemigos, desde Jiménez Losantos hasta Nacho Escolar, siguen intentando rematarlos cada día. A Podemos le toca empezar casi de cero, y solo cabe desearles suerte en ese reseteo y confiar en que dejen atrás cuanto antes el trauma generado por un acoso tan brutal y sostenido como el que han sufrido.
Pese a que el nuevo Gobierno se autodenomina progresista, el país necesita una izquierda rupturista que hable claro a esa ciudadanía diversa y maltratada por los medios tóxicos de Madrid y que votó a Sánchez o a Díaz con la nariz tapada. La izquierda suele ser un modelo de eficacia cuando se trata de suicidarse y romperse, pero a veces puede renacer con más fuerza si deja atrás sus tics, sus mochilas paralizantes, sus jerarquías sin relevo claro y las agendas condicionadas por la endogamia. Desde que dejó la política, Iglesias no ha conseguido evitar la sensación de que tutelaba en exceso a Belarra y negaba su autonomía a Díaz. Su potencia de fuego sigue siendo grande, y ahora es casi imposible separar al comentarista sin pelos en la lengua del líder alfa que se resiste a ceder el bastón de mando. Tiene mala solución, pero Belarra, pese a la imparable decadencia en votos, ha demostrado ser una secretaria general valiente, decente y muy capaz de caminar sola.
El país necesita una izquierda rupturista que hable claro a esa ciudadanía diversa y maltratada por los medios tóxicos
El futuro para Podemos y otras golpeadas izquierdas europeas parece claro: avanzar junto al tejido social feminista, pacifista y municipalista; dar espacio y voz a los territorios y los jóvenes que se ven sin representación –en buena parte por dejación de funciones de quienes prometieron representarlos–, y coser vínculos con otras fuerzas regionales y europeas para movilizar a las calles contra la extrema derecha neoliberal y contra este bárbaro desorden mundial que permite que Israel cometa un genocido en Gaza sin que Europa mueva un dedo.
Yolanda Díaz tiene razón en una cosa, aunque haya olvidado aplicársela a sí misma: la gente no quiere politiqueos. Por eso, Sumar debería impulsar políticas públicas realmente progresistas y ponerse a hacer algo de ruido si quiere empezar a parecerse a una fuerza transformadora y dejar de parecer un grupete de amigotes guais echando un tardeo. Y Podemos debe asumir sus errores, autogoles y limitaciones, y ser consciente de que su papel histórico le exige abrirse a la militancia, ponerse a pensar el mundo y volver a hacer política y a proponer ideas para mejorarlo. Cinco diputados son pocos, sí. Pero en un Gobierno sin brújulas morales y en una Europa sin líderes ni alma, las izquierdas tienen que empezar a exigir cambios importantes y dejar de dar la turra con sus lloros y sus cuitas. Lo que pasó, pasó. Y al trabajo se viene llorado. En todo caso, Podemos está lejos de ser “el cadáver intelectual y político” que tanto desean velar los infatigables justicieros de la prensa sistémica.
Ione Belarra estará en el Congreso; Irene Montero, fuera. Ya quisieran muchos contar con un ticket parecido.
https://ctxt.es/es/20231101/Firmas/4478 ... esista.htm