Vicente Garrido, criminólogo: "El interés por el crimen nace con la propia sociedad"
Publicado: Septiembre 24, 2023, 2:16 pm
Vicente Garrido, criminólogo: «No hace falta ser un psicópata para cometer un homicidio o asesinato»
El catedrático de criminología y psicólogo explica que el caso de Daniel Sancho ha sorprendido más porque «tiene relación con gente conocida y nadie hacía prever que iba a actuar de ese modo»
El interés por el crimen «nace con la propia sociedad», reconoce Vicente Garrido, psicólogo y catedrático en Criminología de la Universidad de Valencia, cuando se le pregunta si es cuestión de morbo (o no) el revuelo causado por el asesinato de Edwin Arrieta, cuyo autor confeso fue el español Daniel Sancho.
Garrido, que además de ser un reconocido experto internacional en la criminología violenta, también es autor, junto con Nieves Abarca, de la saga de novela negra de Crímenes Exquisitos, ha sido consultor de Nacional Unidas y ha trabajado, en diferentes casos, con la policía y administración de Justicia. El profesional establece el límite en todo homicidio que cualquier persona podría llegar a cometer, y aquel que solo un pequeño grupo de personas es capaz de llevar a cabo. Estatus, dinero o celos son algunas de las razones para justificar que no todo asesino, tiene que ser un psicópata.
—¿Por qué piensa que, como sociedad, puede causar tanta sorpresa el crimen de Daniel Sancho?
—No todos los crímenes nos interesan igual. Si el asesino del médico colombiano hubiera sido un sujeto del todo desconocido hubiese causado mucho menos interés. Como sociedad, prestamos más atención a aquellos casos en los que el supuesto autor es alguien con estatus, o famoso o tiene relación directa con gente conocida y del que nada hacía prever que iba a actuar de ese modo. Por ello, también son muy noticiables los homicidios perpetrados por niños o, por ejemplo, sacerdotes, profesores universitarios o políticos. La sorpresa es muy poderosa y esto, naturalmente, concita nuestro interés, que se ve aumentado por las peculiaridades del hecho. Cuanto más extremo es el crimen más nos interesa, porque es mayor la desviación acerca de las expectativas de lo que se espera de alguien que, aparentemente, no había mostrado ningún indicador de ser violento. Si Sancho se hubiera limitado a pegarle un tiro hubiera sido noticia, desde luego, pero su interés sería mucho menor.
—¿Es normal que genere tanto interés o es cuestión de morbo?
—El interés por el crimen y las pasiones que se esconden detrás de este nace con la propia sociedad. Ya en el siglo XII, el Cantar de Mio Cid mostró la importancia de introducir la vejación (violación y torturas) de sus hijas a manos de los infantes de Carrión para dar dramatismo a la épica del Cid. Con el paso del tiempo, antes del nacimiento de la prensa, los juglares van recitando los crímenes más notables en su peregrinar por los pueblos y aldeas. En el siglo XVIII se popularizan en diversos lugares de Europa los folletos que dan cuenta de las ejecuciones, en los que se incluyen supuestas confesiones de los ajusticiados. En el XIX, la existencia de una prensa cada vez más rápida en su distribución en el público comprende que nada capta más el interés que un “buen” asesinato. El caso de Jack el Destripador es el ejemplo del crimen sensacional como epicentro de las noticias: es el primer asesino serial de la modernidad que alcanza fama mundial. ¿Por qué tendría que interesar a alguien que vive en París o en Nueva York que alguien cometa crímenes horribles en Londres? Porque está en nuestra naturaleza prestar atención a aquellos fenómenos que, en caso de estar nosotros en el lugar y sitio equivocados, podría convertirnos en las próximas víctimas.
¿Una preocupación inevitable?
—Interesarse por el crimen es un modo en que nuestra especie aprende a sobrevivir; con la experiencia vicaria del asesinato del otro adquirimos una información muy valiosa que quizás pueda sernos muy útil en el futuro, por improbable que esta amenaza sea.
—El desmembramiento es algo poco frecuente. Un estudio, publicado en el Journal of Interpersonal Violence, analiza las veces que se cometió en Reino Unidos desde 1975 a 2004 y este solo representa al 0,4 % de los homicidios. Sin embargo, ¿cómo es posible que se llegue a este punto? Choca de lleno con la idea, propia de nuestra cultura, de no profanar el cuerpo de un fallecido.
—Como indicas, el descuartizamiento es una conducta muy poco frecuente por varias razones. La primera es que es exigente físicamente e implica problemas logísticos considerables, como dejar posibles restos biológicos en la escena del crimen, así como el desplazamiento del cadáver y su ocultación o desaparición. La segunda son los costos psicológicos: existe un poderoso tabú contra la profanación de los cadáveres; la mayoría de la gente se siente inquieta con tan solo mencionar la muerte, así que piensa en lo que supone estar varias horas despedazando un cuerpo. Hay una violencia moral brutal que ha de controlarse, y eso no está al alcance de muchos. Por ejemplo, recuerdo que el psiquiatra convicto por el homicidio de Nagore Lafage en Pamplona, un caso bien conocido, declaró en el juicio que intentó desmembrar el cuerpo de Nagore pero que después de cortar uno de sus dedos, dijo: «Me faltó el valor para seguir»
...

https://www.lavozdegalicia.es/noticia/l ... 461576.htm
El catedrático de criminología y psicólogo explica que el caso de Daniel Sancho ha sorprendido más porque «tiene relación con gente conocida y nadie hacía prever que iba a actuar de ese modo»
El interés por el crimen «nace con la propia sociedad», reconoce Vicente Garrido, psicólogo y catedrático en Criminología de la Universidad de Valencia, cuando se le pregunta si es cuestión de morbo (o no) el revuelo causado por el asesinato de Edwin Arrieta, cuyo autor confeso fue el español Daniel Sancho.
Garrido, que además de ser un reconocido experto internacional en la criminología violenta, también es autor, junto con Nieves Abarca, de la saga de novela negra de Crímenes Exquisitos, ha sido consultor de Nacional Unidas y ha trabajado, en diferentes casos, con la policía y administración de Justicia. El profesional establece el límite en todo homicidio que cualquier persona podría llegar a cometer, y aquel que solo un pequeño grupo de personas es capaz de llevar a cabo. Estatus, dinero o celos son algunas de las razones para justificar que no todo asesino, tiene que ser un psicópata.
—¿Por qué piensa que, como sociedad, puede causar tanta sorpresa el crimen de Daniel Sancho?
—No todos los crímenes nos interesan igual. Si el asesino del médico colombiano hubiera sido un sujeto del todo desconocido hubiese causado mucho menos interés. Como sociedad, prestamos más atención a aquellos casos en los que el supuesto autor es alguien con estatus, o famoso o tiene relación directa con gente conocida y del que nada hacía prever que iba a actuar de ese modo. Por ello, también son muy noticiables los homicidios perpetrados por niños o, por ejemplo, sacerdotes, profesores universitarios o políticos. La sorpresa es muy poderosa y esto, naturalmente, concita nuestro interés, que se ve aumentado por las peculiaridades del hecho. Cuanto más extremo es el crimen más nos interesa, porque es mayor la desviación acerca de las expectativas de lo que se espera de alguien que, aparentemente, no había mostrado ningún indicador de ser violento. Si Sancho se hubiera limitado a pegarle un tiro hubiera sido noticia, desde luego, pero su interés sería mucho menor.
—¿Es normal que genere tanto interés o es cuestión de morbo?
—El interés por el crimen y las pasiones que se esconden detrás de este nace con la propia sociedad. Ya en el siglo XII, el Cantar de Mio Cid mostró la importancia de introducir la vejación (violación y torturas) de sus hijas a manos de los infantes de Carrión para dar dramatismo a la épica del Cid. Con el paso del tiempo, antes del nacimiento de la prensa, los juglares van recitando los crímenes más notables en su peregrinar por los pueblos y aldeas. En el siglo XVIII se popularizan en diversos lugares de Europa los folletos que dan cuenta de las ejecuciones, en los que se incluyen supuestas confesiones de los ajusticiados. En el XIX, la existencia de una prensa cada vez más rápida en su distribución en el público comprende que nada capta más el interés que un “buen” asesinato. El caso de Jack el Destripador es el ejemplo del crimen sensacional como epicentro de las noticias: es el primer asesino serial de la modernidad que alcanza fama mundial. ¿Por qué tendría que interesar a alguien que vive en París o en Nueva York que alguien cometa crímenes horribles en Londres? Porque está en nuestra naturaleza prestar atención a aquellos fenómenos que, en caso de estar nosotros en el lugar y sitio equivocados, podría convertirnos en las próximas víctimas.
¿Una preocupación inevitable?
—Interesarse por el crimen es un modo en que nuestra especie aprende a sobrevivir; con la experiencia vicaria del asesinato del otro adquirimos una información muy valiosa que quizás pueda sernos muy útil en el futuro, por improbable que esta amenaza sea.
—El desmembramiento es algo poco frecuente. Un estudio, publicado en el Journal of Interpersonal Violence, analiza las veces que se cometió en Reino Unidos desde 1975 a 2004 y este solo representa al 0,4 % de los homicidios. Sin embargo, ¿cómo es posible que se llegue a este punto? Choca de lleno con la idea, propia de nuestra cultura, de no profanar el cuerpo de un fallecido.
—Como indicas, el descuartizamiento es una conducta muy poco frecuente por varias razones. La primera es que es exigente físicamente e implica problemas logísticos considerables, como dejar posibles restos biológicos en la escena del crimen, así como el desplazamiento del cadáver y su ocultación o desaparición. La segunda son los costos psicológicos: existe un poderoso tabú contra la profanación de los cadáveres; la mayoría de la gente se siente inquieta con tan solo mencionar la muerte, así que piensa en lo que supone estar varias horas despedazando un cuerpo. Hay una violencia moral brutal que ha de controlarse, y eso no está al alcance de muchos. Por ejemplo, recuerdo que el psiquiatra convicto por el homicidio de Nagore Lafage en Pamplona, un caso bien conocido, declaró en el juicio que intentó desmembrar el cuerpo de Nagore pero que después de cortar uno de sus dedos, dijo: «Me faltó el valor para seguir»
...

https://www.lavozdegalicia.es/noticia/l ... 461576.htm