Matanza de mujeres por los curas tildadas de brujas...

IDOLO
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Matanza de mujeres por los curas tildadas de brujas...

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Matías Matías

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Matanza de mujeres por los curas, tildadas de brujas aprovechando la imprenta (Matías Borrego)

Los hechiceros ensotanados siempre han tenido una peculiar manera de entender la cultura. Como esa de guardar los libros en los monasterios y no difundirlos. Ellos con sus amanuenses se encargaban de acaparar la cultura para tenerla en exclusiva.

Vamos a relatar otras hazañas del clero, cada cual más sangrienta contras las gentes y su cultura. Podíamos haber empezado por las persecuciones contra los llamados paganos y su inquina en destruir los libros de esa rica cultura, en cuanto el cristianismo se hizo con el poder de la religión oficial en el Imperio romano. Poco quedó de la cultura grecolatina. Un poco más y esa caterva de asesinos no dejan nada de las delicias de nuestros clásicos. Podíamos haber también comentado las Cruzadas en Tierra santa, o en Europa norte contra los habitantes del norte de Polonia y lo que es hoy parte de Rusia, Bielorrusia, Lituania, Estonia y Letonia, y muchos temas para hablar bastante sobre las violencia y ambición del cristianismo, pero tenemos que dedicarnos sólo a unos pocos temas por una cuestión de espacio, pues si no, se debería narrar toda la historia despiadada de la Iglesia y se requerirían varios volúmenes para ello.

Y el clero sigue en sus andanzas. En 1478 aparecía la bula “Exigit sinserae devotionis affectus” del papa Francesco della Rovere, alias Sixto IV instituyendo el Santo Oficio o Tribunal de la Santa Inquisición en España. ¡Cómo no! España, el país número uno en besarles el culo a los Estados Pontificios del antaño, como seguir bensándoselo ahora al Vaticano en el hogaño. “The number one to kiss the Vatican´s ass” La España católica impenitente que no tuvo mayor ocurrencia que llevar las naves marinas cargadas de curas al nuevo continente americano. Vaya Peste ensotanada les cayó. Tras unos siglos los americanos se libran con sus luchas independentistas de los españoles y portugueses, aunque después les caen los ingleses y más tarde los yankis. Eso sí, a modo de venganza se quedan los curas por los siglos de los siglos en América.

El negocio en España de asesinar judíos se lo repartieron a medias entre el papa y los Reyes Católicos, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, pero sin Navarra en estas fechas aún. Así, gracias a la autorización de Sixto IV los judíos podían ser capturados, condenados a galeras, torturados, encarcelados, asesinados y expropiados de sus bienes, o en lenguaje hampón rapiñados, birlados, mangados o choriceados. De esta manera se toman los cristianos que alguien les haga la competencia religiosa, máxime cuando hay grandes fortunas a saquear.

Cuando llegó la magnífica imprenta, inventada por Johannes Gutenberg, poco antes del siglo XVI, habían pasado ya largos siglos de incultura y el acapararse los libros ese clero petrificado en esas intenciones, cuando contra la Iglesia de algunos nobles y reyes se opusieron a que la cultura fuera exclusiva para los ensotanados.
Decenas de miles de mujeres, misoginia criminal, fueron capturadas, torturadas, asesinadas y robadas de sus bienes, basándose los asesinos y ladrones en los edictos del papa Cybo, alias Inocencio VIII, el asesino mayor.

Para que se vea más claramente lo que son los curas, voy a exponer uno de los primeros usos que le dieron a este invento revolucionario de la imprenta, estos curas siempre retrógrados y criminales. Pues ni más ni menos, que publicar uno de los libros más horrible de la historia, por no decir el que más: “Malleus mallificarum o el Martillo de las brujas”. Los dos anormales que escribieron tan demencial obra fueron Jacob Sprenger y Heinrich Kramer dos frailes dominicos. Traducido como “El martillo de las brujas”, del que se imprimieron cientos de ediciones para propagar la histeria criminal contra las mujeres, estando unos doscientos años propagándose la Caza de Brujas, lo que se debe de entender como matanzas de mujeres, porque el setenta y dos por cientos de las personas asesinadas por brujería fueron mujeres. Mujeres, por lo general, solitarias, enfermas mentales, curanderas, practicadoras de abortos y métodos anticonceptivos y comadronas.

Cybo, alias Inocencio VIII, fue el papa que decretó una bula de la persecución de la brujería enfocada en asesinar mujeres.
He leído el libro de estos dos “Cani Dei” los perros de Dios, como llamaban a los dominicos por su labor mediante la Inquisición de capturar, torturar, asesinar y robarles los bienes a sus víctimas, a repartir entre los curas y la corona del reino correspondiente. La obra de estos dos misóginos, malformados sexuales y asesinos sirvió para empezar la Caza de Brujas en Europa, por la que murieron centenares de miles de personas.

Y los curas hubieran seguido tan alegres con la infame labor, pero la autoridad civil, que por desgracia estuvo implicada en estas atrocidades en determinadas regiones, se dio cuenta de que esos procesos contra las mujeres no sólo perjudicaban a los pobres, no habiendo problemas en continuar, sino que también eso infames procesos se volvían contra los ricos y sus dineros, terminando en el bolsillo glotón clerical, por lo que se decidió no colaborar con esa canalla curil. Y un ejemplo de esto es el famoso ahorcamiento múltiple de varias mujeres en Salem, en las colonias inglesas de la costa este norteamericana, allá por las trece colonias que más tarde darían lugar a los EEUU, que sirvió para robarles las propiedades a unas mujeres, de las cuales no todas eran pobres. Lo que más tarde hizo reflexionar a los ciudadanos que cesaron de semejantes atrocidades de inspiración sacra, criminal, divina, saqueadora, clerical y repugnante. ¿Se darían cuenta de la sacra porquería que es la religión, o esto sería mucho pedir?

En Europa se llegó a la crueldad máxima en 1650, dos años después de la Guerra de los Treinta años, pues en Silesia, actual Polonia, perteneciente entonces al Sacro Imperio, se construyeron hornos, de acuerdo a la autoridad civil y clerical, donde se introducían mujeres y se las torturaba hasta la muerte con el fuego lento. Muchas eran muchachas adolescentes. ¿Qué harían lo vomitivos ensotanados? ¿Se apostarían al lado del horno para deleitarse cómo chillaban las infelices víctimas? Quizás pensaban que la Biblia prescribe el fuego lento para quienes a los curas se le antoje, pues en las versiones de la Biblia protestante, más fiel a los originales, como en la Reina Valera, el rey David introducía a los hombres y los niños en hornos y se adueñaba de las mujeres y de los animales “Ad maiorem gloriam Dei”, para mayor gloria de Dios.

Bueno, con todo eso, podemos hacernos una idea más de lo que entiende la Peste ensotanada por cultura.

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