Adopción
Una maestra estaba estudiando con su grupo de primer grado la pintura de una familia. En la pintura había un niño que tenía el cabello de color diferente al resto de los miembros de la familia.
Uno de los niños del grupo sugirió que el niño de la pintura era adoptado. Entonces, una niña del grupo le dijo: Yo sé todo de adopciones porque soy adoptada.
¿Qué significa ser adoptado? Preguntó otro niño.
Significa - dijo la niña - que tú creces en el corazón de tu mamá en lugar de crecer en su vientre.
Voy a aportar mi experiencia, como madre adoptiva.
Tengo dos hijas chinas que han sabido desde el primer momento que eran adoptadas. La primera me la dieron con nueve meses y desde el primer momento le enseñamos a responder a nuestras preguntas tipo juego:
-¿Cómo te llamas?
-X
-¿Y de dónde eres, X?
-De Guiyang.
-¿Y dónde está Guiyang?
-En China.
Recuerdo que se lo repetíamos muchas veces, ella lo contestaba y así iba interiorizando cuáles eran sus orígenes.
Cuando hicimos el proceso de la segunda adopción, recuerdo que tanto la psicóloga como la asistenta social que nos asignaron nos dieron la enhorabuena por cómo estábamos educando a nuestra hija en la no ocultación de sus orígenes.
Cuando fuimos por segunda vez a China a por la pequeña, nos llevamos a la mayor para que reviviese todo su proceso. A la pequeña también le vino muy bien interactuar con su nueva hermana desde el primer momento.
En mi caso, la ocultación del hecho de ser adoptadas es, por razones obvias, una auténtica tontería, por los rasgos físicos. Aun así, aunque sean de procedencia similar a la de los padres, a unos hijos jamás se les ha de ocultar que son adoptados.
Mis hijas ahora tienen 23 y 20 años, y están en una etapa en la que me empiezan a confesar que tienen una especie de "trauma" por el hecho de ser adoptivas. Me quieren con locura y para ellas mi marido y yo somos sus padres; no tienen ningún deseo de indagar en sus orígenes, pero tienen algo en el fondo de su alma que las va a acompañar mientras vivan.
Es inevitable, supongo.
En mi caso significó ser muy querida, tanto que hubieran dado la vida por mí sin dudarlo un momento. Esta experiencia y otros casos que conocí me demostraron que la sangre, por sí sola, no determina la entrega y el amor a los hijos.