Cuando murió hace cien años apenas tenía lectores, pero se han publicado miles de páginas para desentrañar el significado de su literatura
l escritor más influyente del siglo XX nació en Praga y escribió toda su obra en alemán. Tuvo una relación conflictiva con su padre que convirtió en materia literaria y eso lo llevó a rechazar la idea de formar una familia, pero residió hasta poco antes de su muerte en el hogar donde se había criado. Está considerado el gran representante de la cultura judía europea y en sus últimos años se interesó por la tradición hebrea y el yiddish pese a que él se consideraba ateo. Sus amigos lo tenían por una persona afable, divertida y vitalista, aunque su literatura es compleja y oscura y se anticipa a los grandes dramas del siglo.
Cuando murió, el 3 de junio de 1924, hace ahora cien años, Franz Kafka apenas había publicado una novela corta ('La metamorfosis') y un puñado de relatos que no trascendieron más allá de los círculos de amigos de su ciudad. Una ciudad y un país, entonces ya Checoslovaquia, en el que fue un autor prohibido primero por los nazis tras la ocupación y años después por el régimen comunista. Sus paisanos solo pudieron leerle en libertad a partir de 1989, cuando el telón de acero se vino abajo. Fueron casi los últimos en conocer al genio que concibió historias de fantasía que se convirtieron en muy reales; al escritor que hizo que cada página sea un puñetazo en la cara de quien la lee.
El creador del hombre convertido en un monstruoso insecto nace en Praga el 3 de julio de 1883, hijo de un padre comerciante y una madre de familia acomodada y vinculada con el mundo artístico. De su padre, Hermann, titular de un establecimiento textil de éxito, hereda la lengua checa. De su madre, Julie, la alemana, que utilizó para la escritura porque se sentía más seguro cuando la usaba, pese a su fuerte acento checo. Es el mayor de cuatro hermanos. Tras él van tres chicas: Ellie, Valli y Ottla, su preferida.
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