El cineasta, nacido en una familia de actores, llegó a rodar hasta 96 películas y logró reventar asiduamente la taquilla patria durante más de tres décadas
El director y guionista Mariano Ozores, conocido por multitud de éxitos comerciales durante la época del landismo y el destape, ha fallecido a los 98 años en su domicilio tal como ha confirmado la Academia de Cine. Llevaba jubilado desde los 90, tras un fallido aterrizaje en televisión, pero su trayectoria se remontaba cuatro décadas atrás. Trabajó con las grandes estrellas de su tiempo (José Luis López Vázquez, Gracita Morales, Alfredo Landa, Lina Morgan, Manolo Escobar, Concha Velasco, Paco Martínez Soria, Andrés Pajares o Fernando Esteso) y desarrolló un vínculo inquebrantable con el gusto del público, reflejado en películas como Operación Mata Hari, La descarriada, Manolo la nuit o Los bingueros. Ninguna fue bien valorada por la crítica, y el Goya de Honor se hizo rogar.
Para cuando le fue concedido en 2016, de hecho, el galardón también iba destinado a sus hermanos Antonio y José Luis. Y estos ya llevaban muertos bastantes años. José Luis Ozores en 1968, cuando Mariano apuntaba a coronarse como el director más taquillero del cine español. Antonio Ozores en 2010, tras aparecer con regularidad en casi todas sus películas. Mariano Ozores tuvo que recibir el Goya de su parte, y tras la resistencia que había habido en la Academia a realizar ese gesto se mostró seguro de sí mismo: “Creo que me lo merezco, porque he hecho 96 películas que tuvieron una taquilla magnífica y llevaron al cine a 90 millones de espectadores. Es un premio a la constancia”.
Mariano Ozores nunca infravaloró el trabajo propio. Tampoco pretendió contradecir a los numerosos detractores que surgieron durante su trayectoria, pero estaba convencido de que había una razón para un triunfo tan alargado en el tiempo. “Las críticas a mis películas nunca han sido las que un director quisiera escuchar, así que me quedó con el cariño del público que siempre ha estado a mi favor”. La taquilla era la prueba que necesitaba. También la certeza de que, con su producción hiperactiva, había contribuido a cambiar de forma inapelable la industria del audiovisual español, siendo capaz al mismo tiempo de ofrecer una imagen nacional con la que el público pudiera reconocerse.
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